¿No os ha pasado nunca que ponéis todo vuestro esfuerzo en poneros reguapas de la muerte pero al final os miráis al espejo y ni fu ni fa? En cambio, otro día os ponéis lo primero que encontráis y todo el mundo os dice que estáis radiantes o que tal o cual color os sienta de maravilla.
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Pues bien, queridas, posiblemente lo que esté pasando es que hayáis acertado con el color que le sienta bien a vuestra piel.
La teoría del color o colorimetría dice que hay cuatro tipos de piel, y a cada tipo le queda bien un grupo de colores concreto.
Así pues, las pieles se dividen en cálidas y frías, y a su vez estos grupos se subdividen en fuertes o suaves. O sea, frías fuertes (invierno), frías suaves (verano), cálidas fuertes (otoño) y cálidas suaves (primavera)
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Los nombres de las estaciones se deben al conjunto de colores que las caracteriza; los marrones y dorados en otoño o los blancos y grises del invierno.
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Si somos capaces de identificar correctamente cuál es nuestro tipo de piel, habremos encontrado los colores que nos hacen estar siempre radiantes.
Y que sepáis que no tiene nada que ver que estemos (seamos) más o menos morenas. La piel es la misma durante toda la vida y durante todo el año.
Un lío, vamos! Pero una vez que hayas descubierto a qué estación perteneces, ya no te volverás a equivocar al elegir lo que mejor te sienta.
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